Poco que escribir sobre este plato modesto, sencillo y sabroso, que no sea la recomendación (casi súplica) de acompañarlo siempre por el mejor pan que seáis capaces de conseguir (o hacer) y en cantidades generosas porque hasta la última gota de aceite que queda en el fondo del plato es una delicia que no debe ser desaprovechada.
- Ingredientes:
- 150g de gambas (o langostinos) pelados.
- 4 dientes de ajo.
- 1/2 guindilla o ají picante (opcional).
- Abundante aceite de buena calidad.
- Pimentón dulce.
- Perejil.
- Preparación:
Calentamos el aceite en una sartén pequeña a fuego vivo. Doramos el ajo fileteado (y las guindillas si vais a usarlas) y cuando empiece a coger color, añadimos las gambas y esperamos a que empiecen a blanquear. Cuando alcancen ese punto, añadimos el pimentón, bajamos un poco el fuego y vamos removiendo con cuidado para que no se queme. Una vez cocinadas las gambas, apagamos el fuego, añadimos el perejil picado y servimos en un plato profundo.
P.S. Los platos elegidos para servirlos serán tales que, teniendo un fondo suficiente como para servir una ración adecuada a cada comensal, ofrezcan una forma que permita mojar pan concienzudamente en el aceite presentando el menor número de obstáculos posible. Esto último (obviamente) no responde a causa relacionada con la glotonería ni a que el aceite mismo, aromatizado por el resto de ingredientes, sea casi lo mejor de la preparación. No, ni mucho menos. Es por facilitar el lavado posterior de los mismos. ;)
En Aragón tienen unas aceitunas negras que recién recogidas del árbol (vivas) son jugosas pero amargas y que, para poder comerlas como aceitunas de mesa, matan mediante un proceso de secado con sal y frio.
¿Cómo se preparan las aceitunas muertas?
El proceso comienza por secarlas en frio: La forma tradicional es dejándolas al frío de la noche durante un par de días pero nosotros podemos hacerlo poniéndolas en una bolsa de plástico y dejándolas en el congelador durante un par de días.
Una vez descongeladas, las cubrimos de sal y las dejamos en frío entre dos y cuatro semanas (según si la aceituna es pequeña o grande) hasta que se seque completamente. Si no podemos dejarlas al frío de la intemperie, podemos hacerlo en la nevera aunque, en ese caso, tenemos que controlar la humedad usando papel de cocina sobre la sal o algún método equivalente.
El resultado es una aceituna negra pequeña, arrugada, de muy rico sabor pero aun (al menos para mi gusto) ligeramente amargas. En casa, el modo en el que disfrutamos de estas aceitunas es devolviéndolas a la vida mediante una rehidratación con aceite de oliva, ajo y tomillo en infusión.
Estas aceitunas zombis (o al menos, aceitunas no muertas) son menos amargas que las muertas y mucho más aromáticas. Además (todo son ventajas) el aceite resultante de la infusión acompaña espectacularmente bien al pan casero recién tostado con queso curado.